He alargado tanto como he podido este post y por eso sólo habrá dos posts en agosto XD
No es un tema de lo que me resulte fácil escribir -aunque contrario a lo que se crea, todo me resulte fácil de escribir-, de hecho, evito siquiera pensar en ello todo lo que puedo.
No sé ustedes pero a mí nunca me enseñaron a procesar esa emoción. Digo, claro, la tristeza, la incertidumbre, la ira, el dolor, todo pareciera tener un paliativo, un consuelo, incluso razones lógicas detrás. ¿Pero la vergüenza? No, gracias, prefiero enterrarla bajo litros de alcohol, kilos de libros u horas invertidas en series o películas o dormida o haciendo ejercicio o literalmente cualquier otra cosa que me impida pensar.
La vergüenza no me resulta fácil de interpretar, me resulta muy dolorosa y muy humillante. Creo que es porque desde muy niña me vi avergonzada por lo que era gracias a mi entorno. Mi neurodivergencia, mi orientación, mi color, mi cuerpo, mis ideas, mis limitaciones y mis habilidades, absolutamente todo de mí fue puesto sobre la mesa para volverse razones para sentir vergüenza. Y cuando salí de mi entorno familiar, eso se terminó extendiendo hasta la escuela, luego hasta mis amistades, mis noviazgos y mi situación laboral, desde afuera y hacia adentro, desde adentro y hacia afuera.
Y, bueno, ya ni creo que sea útil ponerme a indagar para descubrir quién-es fuero-n y señalarles con el dedo. ¿De qué me serviría a mí?
Ahora lo único que necesito es encontrar una manera de gestionar eso, de permitirme sentirla sin culpa, sin reproches y luego avanzar. La cosa es que no puedo, no quiero, me da miedo.
La vergüenza, evitar sentirla, me ha hecho hacer un montón de cosas horribles y peligrosas y me ha llevado por pensamientos en verdad oscuros.
Ya sé que de nada sirve aislarme de todxs, desaparecerme, obligarles a que se mantengan lejos u tomar hasta vomitar, ya sé que debería regresar a terapia y esforzarme en poner en orden mi vida de nuevo -el orden que el mundo necesita que sea, claro-, pero tampoco le veo el caso a hablar de esto con alguien. No es como que puedan darme una salida, o un consejo o consuelo, para el caso.
La cosa es que, rehuirle a la vergüenza me alarga el proceso de, vamos, procesar las cosas.
Sigo atrapada en el 2018. Sigo sin procesar el trauma de *ese trabajo*, sigo sin procesar el trauma de *esa ruptura que se alargó hasta este año*, sigo sin procesar el trauma de *lo que hizo m0n*, sigo sin procesar nada de lo que ha pasado desde entonces.
Porque es cierto, siento mucha vergüenza por esos asuntos. Mucha. No saben cuánta. Tipo apenas me doy la oportunidad de dejarme sentir tantito para desenredar esas telarañas mentales, cuando la avalancha de vergüenza se me viene encima y es mejor entumecerme, esconderme detrás de una botella.
Siento vergüenza por ser el peor fracaso de mi generación -de la carrera- desde quién sabe cuándo, porque fui entusiasta toda mi licenciatura, me gradué con un buen promedio, me titulé con esfuerzo, pasé el examen de oposición con esfuerzo, firmé mi contrato de buena gana, me mudé de buena gana, me presenté a trabajar cada día del ciclo escolar llena de entusiasmo y terminé rota, rotísima por dentro. Siento vergüenza porque el número en mi cuenta de banco, las vacaciones pagadas y los bonos en navidad y el día del maestro no fueron suficientes como para aplacar la agonía por dentro, algo que no entendía de donde venía sino hasta mucho después. Ni vivir con una de mis mejores amigas, ni tener la oportunidad de viajar, de comprarme todos los libros que quería, de salir y ver el mundo, de que mis xadres se sintieran orgullxs de mí, nada de eso fue suficiente como para calmar la idea de que estaría mejor muerta, que ningún día valía la pena, que si me moría todo iba a estar mejor. Y es una vergüenza que llevo cargando por muchos años, algo de lo que no hablo con nadie, no soy capaz sin terminar detonándome todo aquello y el impulso de hacerme un daño físico irreparable.
Siento vergüenza de haber querido tanto a alguien, por tantos años, y que al final no haya significado nada para ella. Que todo lo que vivimos, todo lo que hice por ella, todo lo que le dije, todo lo que ella dijo, todo lo que pasó no fue para un carajo, más que para su diversión. Que sus promesas sólo eran cosa del calor del momento. Siento vergüenza por ignorar las preocupaciones de mis amistades, siento vergüenza que incluso yo misma sentía dudas y tenía malos presentimientos pero genuinamente preferí creerle a ella antes que a mí. Siento vergüenza, porque ponerme por debajo de ella nunca fue amor. Y ella nunca fue sincera, no del todo, y nunca fue tan recíproca, y ese love-bombing no fue real, no era ella, sólo eran sus ansias de tenerme. Siento vergüenza, porque después de todo lo malo y todo lo bueno, todavía la sigo extrañando, la sigo queriendo, la sigo deseando, sigo soñando que vuelve, que se disculpa, que podemos arreglarnos, que podemos estar juntas otra vez. Siento vergüenza, es vergonzosa esta situación, pero es mejor para mí si, cada vez que la extraño, me tomo dos vasos de vodka, y al menos en ese estado de disociación al que me lleva estar peda, no haré nada por ella. Me ato de manos yo sola, destruyendo mi cuerpo.
Siento vergüenza de muchas cosas más. Siento vergüenza de lo que soy, de lo que hago, de lo que no soy capaz de hacer, de mis defectos y mis habilidades y de mis sueños, mis aspiraciones y mis miedos y por eso no hablo con nadie. Levanto tantos muros como pueda, para que no me vean.
Alguien quiere acercarse a mí porque ve algo bueno y yo le dejo en visto, eventualmente dejo de responder, me desvanezco como la niebla de un mal sueño. Alguien quiere quererme y yo me río y le muestro que está mejor lejos de mí. Alguien quiere ser mi amigx y yo no dejo de recordarle que no soy una buena compañía, no ahora.
Alguien quiere ayudarme y yo dejo de hablarle.
A veces es como si fuera el pípila (lol), ya saben, ese güey del cuento de la independencia, que traía en la espalda una enorme piedra para que las balas de los españoles no lo mataran, y poder quemar la entrada de la alhóndiga de granaditas y poder entrar para chingarse al ejército español.
Pero mis propósitos son menos nobles y, bueno, yo sí existo Xd (¿O NO?)
La vergüenza se siente como una piedra en mi espalda tan, pero tan pesada, que si intento alguna de mis manos de su borde, para aceptar la ayuda de alguien, me va a terminar aplastando.
Y bueno, ojalá tuviera algo optimista por decir al final de este post, XD, lo que puedo decirles es que me siento mejor de por fin haberlo externado, aunque sea ante el mismo grupito de personas que gusta de leerme.