lunes, 31 de enero de 2022

Yo tras la pantalla

 Siento que mis quejas (y reflexiones) de hoy van a ser muy frívolas, estúpidas, desubicadas y que cuando regrese aquí en algunas semanas o meses me voy a dar un repelús inefable, pero igual, pude derrotar mi sensación de impostorx y aquí  estoy.


Ya me había pasado antes que las redes sociales terminaban abrumándome o que fungían como arma de doble filo. Incluso este blog ha sido arrastrado a esas prácticas tan violentas del *acoso selectivo* y ajá. Fue una de las razones por las que me deshice de Instagram, mi Ask.fm, mi primer facebook, etc, etc. Compartir mi vida estaba bien cuando lo hacía bajo mis propios términos, como este blog. Lo que dejó de estar bien es cuando gente a quién ya habíA BLOQUEADO POR EL MIEDO QUE ME PRODUCÍAN seguían su stalkeo a través de cuentas inventadas -y oigan, yo no sospechaba nada porque soy #autista y a mí esas cosas nunca me cruzan por la cabeza ok???-

Por aquellos años (2017-2029) mi salud mental se deterioró mucho. Like MUCHO. Y es cierto que tengo unas lagunas mentales en esos años -por borracheras y episodios traumáticos de abuso emocional y agresiones sexuales but whatever ese es otro tema-

No sé en qué momento se me ocurrió que podía manejar una cuenta de memes. O peor aún: De hacerla crecer y manejar la misma cuenta en diferentes redes sociales, como si no supiera lo que el consumo frecuente de las mismas significa para mí, lol.

Pero lo hice y poco más de dos años después, estoy sintiendo esa misma fractura en mi mente (por decirlo de alguna manera)




La cosa es que me gusta mucho hacer memes y contenido para compartir. Me gusta responder comentarios, me gusta interactuar con gente que no conozco una vez, me gusta cuando me hacen saber que les hago sentir menos solxs.

Siendo solitaria como siempre lo he sido desde que nací, y viendo cómo todas mis diferencias -mi orientación, mi autismo, mi dislexia, el color de mi piel, la forma de mi cabello, mi forma física, mis pensamientos, mi introversión, etc, etc etc- me alienaban de lxs de demás, estoy obsesionada con la idea de no hacer sentir a alguien como alguna vez yo me sentí.

El problema viene cuando se me seca el cerebro y ya no sé qué más compartir o de dónde sacar ideas. A veces estoy más preocupada por otras cosas de mi vida personal.

El problema viene cuando se me pide y se me pide más y más y yo me quedo con el burn out, desgastada. El problema viene cuando llega el acoso, de varias o varias decenas de personas. 

El problema viene cuando tengo que deshumanizarme un poco a mí misma para seguir entreteniendo gente que, ok, mE GUSTA HACERLO pero a veces me da la impresión de que hay quiénes piensan que me pagAn y no que lo hago por mero gusto.

O que me ayudan, y no que sólo soy una persona tras la pantalla haciendo memes, videos, dinámicas, contestando mensajes privados, respondiendo comentarios, dudas, interviniendo en peleas, bloqueando a bullys. 

Además de eso tengo que estar al pendiente de también lo que público: ¿Está bien hablar de X tema en una página con miles de seguidores de los cuáles no sé cuántos menores de edad haya?

¿Está bien hacer un meme de X comunidad para incluirles y visibilizarles? ¿Se ofenderán? 

Tengo la política de que si tengo que explicar que Y meme es, entonces no es un buen meme, y eso me ha hecho desechar el 30% de mi contenido antes de publicarlo o ya publicado porque lo pensé mejor o alguien me hizo la pregunta o algo así.


No sólo involucra trabajo creativo, también intelectual. Estoy expuesta a la opinión pública, a las críticas y a los halagos. En una página de más de siete mil personas, siempre habrá alguien que no esté conforme.

O que tenga ganas de cuestionarme absolutamente cada coma, cada escena, cada remate de chiste o cada comentario que acompaña el contenido.




Siento que parezco muy malagradecida cuando pienso en estas cosas pero es cierto. Llega un momento en que estoy cansada. He ido bajando mi ritmo de publicación y por ejemplo, los sábados y domingos no suelo publicar nada o no mucho. A veces en días de semana tampoco.

A veces publico ebria y no recuerdo en qué momento publiqué x cosa o en qué momento hice y meme.


Mi única intención era crear un espacio seguro y dar poquita visibilidad a la gente que es como yo. No soy alguien de ser figura pública. No tengo interés en hacerme un nombre en el mundo activista, ni siquiera en el virtual. No busco fama ni poder. Sólo quería hacer memes y construir puentes con otras personas. Un lugar seguro, ya saben.

Y nunca imaginé que llegaría tanta gente a creer en mi contenido y que se alegrara de verlo y eso me emociona mucho.

Pero ya saben, creo que es parte de la humanidad, que cuando a una le dicen que está haciendo algo bien, siente esa presión de no decepcionar o de mejorar.

Procuro ser muy cuidadosa con todo lo que hago, porque criada en un contexto y con educación opresora y violenta, no estoy exenta de replicar comportamientos abusivos y culeros.


Pero estoy cansada.



No suelo hablar de esto con nadie. La primera opción que alguien me va a dar es dejarlo. 

"Déjalo, ni te pagan y sólo terminas abrumada"

Suena lo más lógico.

Creo, sin embargo, que existe una manera de poder llevar las páginas y conservar mi ya de por sí escasa salud mental. Que yo tras la pantalla sea tan eficiente y tan contenta como la que el mundo lee.

Aunque no es gran cosa, de verdad me esfuerzo y le pongo mucho amor a lo que hago. A cada meme, a cada imagen de apoyo emocional, a cada video, a cada interacción. De verdad creo en lo que comparto. De verdad me esfuerzo, mucho, a veces más allá de mis límites.

A veces también sólo quiero borrar todo y luego hacer la ciber-morición lol







viernes, 14 de enero de 2022

gris

 Lo primero por lo que debería comenzar es por el hecho certero y cien por ciento certificado como verdadero de que sí deseo amor romántico 

Lo deseo. Me gusta mucho la idea del amor romántico. Me gusta el romance, me gusta la ternura y la pasión y la tensión y todo lo mágico. Diablos, hasta me gusta la parte dolorosa: El largo e invernal olvido, el dolor agudo y penetrante del corazón roto. Todo eso, todo el paquete, me gusta y me comprometo a vivirlo tanto como deba ser.

Me gusta imaginar que un día, en unos años, amaneceré en una cama junto a alguien que me ame y yo ame. Que cohabitaremos y seremos felices y tendremos problemas y será un martirio pero valdrá la pena. Me gusta imaginar todo eso: Me gusta imaginar historias de amor. Que yo las vivo. 

Incluso puedo ir más allá y ver romance en las cosas que vivo cuando estoy enamorada.

Todo eso lo deseo. Todo eso me pasa.


Lo que sucede es que no lo siento. No tan a menudo. No como en las películas o en los libros. No como cuentan mis amistades que les pasó. No como me ensañaron que iba a pasar.





Puedo enamorarme. Lo sé porque me ha pasado, lo he sentido -y lo sigo sintiendo-. ¿Cómo? No tengo idea. ¿Bajo qué criterios "me fijo en alguien"? No lo sé. No tengo criterios. No voy por la vida fijándome en la apariencia de la gente, en lo que dice o en lo que hace. Mis intenciones románticas son siempre nulas.

No importa que seas la persona más hermosa del planeta, si llegamos a hablar, no tengo intenciones de ligarte.

Y aquí es donde conceptos como el ligar, fijarse, andar quedando, gustar son cosas que se vuelven en extremo confusas para mí.

Creo que todo esto le funciona a la gente que sí tiene intenciones románticas de cualquier tipo. Y yo también quiero amor, pero no funciono así. No sirvo para juzgar a la gente, para elegir quién me gusta o algo así.

Miro hacia atrás y pienso cómo han sido mis -cortas y pocas- historias de amor y todo se vuelve muy confuso: No me llamaron la atención la primera vez que les vi, no todes. No me enamoré después de entablar un lazo profundo, no todes. No me di cuenta de lo mucho que me gustaban en el momento en que empecé a sentirlo. Para cuando me di cuenta ya estaba hasta el cuello de metida. ¿En qué momento? We may never know

No sigo un patrón de personas. Quiero decir, no tengo la seguridad para decir que algo que me guste en X, me va a gustar en Y. De hecho eso rara vez pasa.

Miro hacia atrás y toda la gente que me ha gustado de forma romántica o sexual, de la que me he enamorado, es tan diversa entre sí que me QUIERO SACAR LOS OJOS CON UN TENEDOR.



Dejando de lado esa interrogante constante de la persona, las situaciones que me llevan a desarrollar sentimientos románticos SON TAN DIFERENTES. No hay un punto en común y siempre me había gustado pensar que era porque cada historia es única, que no puedo hacer lo mismo con todas las personas porque obvio se va a sentir diferente.


Pero en secundaria recibía flores, chocolates y globos y cartas en san valentín y no sentía nada. Me resultaba hasta un poco incómodo recibir todo eso de parte de mis amigOs.  Y acepté ser la novia de un muchachito escritor también como yo, que le gustaban los jonas brothers. Debía enamorarme, ¿No? Era lo que yo había deseado en una persona y no podía sentir nada. Por más que convivíamos, por más que era cariñoso conmigo y me gritara que me quería en frente de mi papá, por más que vivía todo lo que decían las telenovelas infantiles que debía pasar, no sentía nada.





Y en la prepa, y en la carrera, el recibir atención masculina era un regalo.

Y yo no quería ese regalo. 

Podía admitir que sentía algo físico/sexual por un compañero/amigo, pero no me caía bien, no me daban ganas de sentarme a oír sus anécdotas o a escuchar su particular risa. No me agradaba del todo. No me fiaba de él.

Pensé que era asexual y eso me calmó pero muy poco tiempo porque descubrí que sí podía sentir atracción sexual hacia otras personas. Sólo que no quería un romance con elles. 

Eran personas muy convenientes, eran guapas, eran inteligentes o interesantes cuando menos. Podía acceder a besarme con ellas en una fiesta, a bailar con ellas, a tomarnos de las manos o ir más allá.

Pero no podía sentir lo que un romance requería. 

No me nacía decirles nada romántico ni ser tierna ni nada así. No sentía nada.





Por mucho tiempo pensé que había algo malo que estaba dentro de mí. Algún trauma sin resolver -ufff, uno de muchos tbh-, que quizás la idea del amor romántico de disney me había creado expectativas imposibles de alcanzar. Que mi obvia confusión sexual era parte de ese problema. Hasta culpé al matrimonio de mis padres y pensé que por culpa de elles yo no era capaz de expresar mi ternura y sentimientos románticos con otros.

Había una lista larga de gente formada, a la espera que le diera una oportunidad de algo y yo sólo sentía la presión respirándome en la nuca. La presión de mi familia, como mi hermana haciendo sutiles comentarios, o la presión de mis amistades o la presión de la sociedad. La propia presión que ejercía sobre mí misma. Presión.

¿Cómo puede florecer un romance entre tanta presión? 

Y vaya, no digo lo de la gente formada como algún tipo de halago hacia mí misma. Créanme cuando les digo que dudo mucho de las intenciones de por lo menos la mitad de esa gente. Estoy segura que la mayoría me ve como una manic pixie dream girl o como un proyecto social: Como una casa rota que necesita ser reparada. No les gusto yo per se, les gusta la idea de lo que puedo ser si elles me arreglan.



Pero no estoy rota.

No siento atracción romántica muy seguido e ignoro por completo bajo qué criterios se da, pero no estoy rota. Sólo soy gris.





Y en un mundo hipersexualizado, hiperromántico, ser gris, ignorar serlo, es un dolor de cabeza.


Acepté a hacer cosas, a salir con personas, y me arrepiento. No porque estuviera mal, sino porque eran cosas deshonestas con las que yo no me sentía cómoda. Porque fue como traicionarme a mí misma para agradar a les demás. 

Deseo amor romántico, y a pesar de que soy capaz de sentir esa atracción, ahora me pregunto qué tanto de ese deseo por tenerlo es mío y no algo impuesto o programado para que yo lo sienta.

Estoy cómoda cuando me enamoro, estoy cómoda cuando la gente sólo me gusta como me gusta el azúcar en mi té o el agua de la ducha hirviendo en mi espalda. Estoy cómoda cuando alguien sólo me atrae de forma sexual/física/estética/platónica. 

Estoy cómoda no buscando amor romántico entre las personas que genuinamente me hacen sentir bien. Ni pensar en que eso sea una posibilidad.

Estoy incómoda y triste y me enoja cuando alguien me dice: ¡Pero si tiene todo lo que buscas, charlie marian! ¿Por qué no le das una oportunidad?


Toda mi adolescencia y juventud adulta fue escuchar: ¿Por qué no le das chance?



NO, ¿POR QUÉ NO ME DAN CHANCE USTEDES?


Soy grisromántica y no estoy rota. Los rotos son quiénes insisten en lo contrario.


lunes, 3 de enero de 2022

lo único certero

 Me he dado todo este tiempo para pensar en una manera de explicarlo pero sigo sin entender. Sólo sé que pasó.

Pero pasó, no como un incidente coordinado, no como un destino planeado, ni como un punto de inflexión, más bien pasó como algo que eventualmente iba a pasar. Dicen las CLAMP que no existen las coincidencias, sólo lo inevitable.

Algunos dirían que es el destino pero yo le llamo codependencia. Y, oigan, no digo que sea algo necesariamente malo. A veces es bonito* no poder dejar ir a alguien porque estás tan aferrada a la idea optimista y estúpida de que todo puede ir mejor. 

(*CUESTIONABLE???)

Porque al fin y al cabo, ¿No es eso esencial para la supervivencia del ser humano? ¿Desear, esperar, aferrarse a la esperanza?



Yo sé que esto les va a hacer poner los ojos en blanco y van a murmurar "no pinches mames mariana". Soy consciente de eso.

Y lo más certero que puedo decir, lo que con toda seguridad puedo afirmar, es que lo amo muchísimo. Lo amo muchísimo, lo amo más que a mí misma, más que a mi vida incluso. Y el problema es que no sé qué hacer con tanto amor, no sé dónde ponerlo, no sé dónde enterrarlo para que florezca, no sé dónde esconderlo para que no sentirme avergonzada, no sé cómo negarlo para que él no vea su ventaja sobre mí.

No lo sé. Créanme cuando les digo que he pasado muchos años descifrando esto que siento por él, con la esperanza de encontrar un hilo negro, un cierre, un botón de apagado. O una manera de arrancarlo de mí.

Y no puedo. Hacerlo significa rendirme, negar la esperanza de que la gente puede ser mejor.

Es que cuando estoy con él, el mundo no parece tan malo. Parece más humano, más disfrutable, más... me siento acompañada. Menos sola.

Y lo amo tanto, tantísimo, que por momentos me siento muy preocupada por la facilidad en la que me ahogo en mi obsesión por él. Perro oso, ya sé. Como una colegiala enamorada o personaje de Shakespeare enamorado.



Pienso mucho en cómo se ven las cosas. Pienso en las veces que he escrito de él en mi blog, desde que lo conocí. Las cosas desagradables que me hizo pasar, las cosas espantosas que escribí. Las cartas de amor que publiqué. Lo que él no leyó, lo que él sí leyó y compartió. Lo que él nunca supo que era para él. 

Pienso mucho en lo que piensan mis amistades: Pienso en las veces que les oculté que nos habíamos peleado o nos habíamos dejado. Pienso en las veces que karli tuvo que escucharme llorar por teléfono. Pienso en mis noches con insomnio. En las veces que dan, angelo e ingrid tuvieron que ser pacientes con mi mal humor. Pienso en las voces de mis amigas diciendo que están preocupadas por mí. Que vendrán mejores días, que no me desanime. 

Que merezco mejor.

Me estremece la idea de tener que explicarles, porque sé que en cualquier momento tendré que hacerlo. No porque les deba una explicación, sino porque quiero que entiendan.

¿Pero cómo puedo hacer eso si ni yo misma entiendo qué está pasando?



Supongo que lo que quiero decir es que hice mucho, lo que estuvo en mis manos, para ponerle punto final a esta historia, aunque siendo sincera no deseaba que terminara así. En esa última carta que cobardemente le mandé a una hora indecente de la madrugada le dije un par de cosas de las que, si bien no me arrepiento, soy consciente de lo duras que fueron. Palabras, oraciones, conceptos que rara vez  manejé con él. Intenciones desconocidas por los dos. 

Y un único deseo: Que las cosas mejoraran.


Pero no mejoraron. Pasaban los días y yo los sentía cada vez más pesados, más grises, más... aburridos. Más solitarios. 

Me esforcé mucho, en verdad. Lo bloqueé de todos lados, incluso de mis páginas de memes -algo muy poco profesional pero ajá, necesario- y luego de un par de meses lo desbloqueé y ajá.

Revisé mi correo cada día, con la esperanza de encontrar algo de él y jamás llegó, así que me resigné a que nunca sucedería, por lo que dejé de entrar compulsivamente a mi cuenta dos veces al día como solía hacerlo. 

En navidad me costó mucho trabajo no romperme y escribirle. Cuando estuve a punto de hacerlo, me dije a mí misma que probablemente un mensaje mío lo iba a molestar. Que si él no había querido responder a mi carta era porque no quería hacerlo, quizás hasta me odiaba. Con esa sensación tan amarga desistí y en vez de seguir empedándome, me fui a dormir para evitarme la vergüenza de buscar a quién no me quiere.

En año nuevo no pude más.

Y le escribí por whats.





Al día siguiente, revisando casualmente mis cuentas, vi que tenía una carta de él del viernes unas horas antes de mi whats. Tuve miedo de leerla, así que lo hice de manera muy superficial, sin detenerme a pensar en algo, ni asimilar nada. Luego la volví a leer, más calmada y me detuve en los párrafos que me llamaban más la atención. En una tercera lectura, varias horas después, respiré y analicé todo el contenido. Todavía no me quedaba muy claro, aunque sus palabras eran directas y -juzgo-, sinceras.

Y este amor que nunca se fue inflamó mi corazón y me quitó el aire y el sueño y los deseos de seguir haciéndome la reacia. 

Nuestra separación nunca fue bilateral: Quiero decir, de haber sido posible, yo nunca habría elegido esa opción, más bien me sentí orillada a hacerlo. -Cualquiera que conozca la canción Better Man de Taylor Swift lo entenderá XD-, y quizás por eso este amor jamás se fue, ni se apagó.


Es muy pronto para decirles qué va a pasar, qué es lo correcto, qué es lo tóxico y cuál es la apuesta. Lo único que puedo decirles, otra vez, es cuanto lo amo y cuánto deseo que estemos juntos otra vez y para siempre.


Pero bueh, de eso a que se haga realidad hay un mundo y ya entendí que todo eso no depende enteramente de mí. Ya sabrán de mis propias palabras el desenlace de esta historia.


Por lo pronto, esto es lo único certero por comentarles.




crecer es perder

 .... si fuera el caso, yo mediría diez metros, ¡No, once! Once y medio. El 2022 verdaderamente se trató de perder, para mí. ¿Quieren un rec...