martes, 17 de mayo de 2022

el día de ayer

No he soñado con el ex mimors en esta semana. Y bueno, podrán pensar: "Pero Mariana, es martes" y es cierto. 
Quizás días atrás he soñado con él, la verdad no podría decirles porque en este momento estoy borracha y porque tengo mala memoria. Suelo tener pesadillas muy seguido. 

Por más que intento manifestarlo en mis sueños, es como si mi cerebro dijera: NEL.
Y nel, así como nuestra historia quedó, es nel.

Caminaba debajo del sol implacable de la primavera en un mundo en medio del calentamiento global, pensando en nada. Las manos me temblaban y horas antes dudé en cancelarle. Pensé que debí haber tomado un poquito de alcohol para animarme, para decir lo que tenía que decir.

Me tomé una selfie en mi casa antes de irme y la subí a tuiter. Creo que la gente pensó que estaba yendo a un camino romántico estrictamente y la verdad es que no. Pero mis intenciones son turbias y es muy pronto para revelarlas.

El problema es que me creo que no sé lo que necesito.

Es evidente que necesito salir más al aire fresco, necesito un trabajo que me pague un sueldo estable y más o menos digno y necesito dejar de rechazar las llamadas de mis amistades y necesito imprimir más y dejar que me lean y me critiquen y necesito dejar el alcohol y todo lo que quieran.

Las cosas eran confusas. Yo estaba muy nerviosa, caminando de aquí a allá. ¿Qué iría a pasar?
¿Estaba mejor sin saber?






Miré de un lado a otro, sentada afuera del starbucks, asustada de que mi cita llegara en cualquier momento. 
Apenas me iba relajando cuando ella llegó y yo??? ASUSTADA.

Por dentro sentía cómo todo se descontrolaba, mis órganos temblaron, la voz se me fue. Un terremoto interno. 
Ella estaba ahí, entrando. Tan bonita como la recordaba, tan imponente como siempre. Con ese aire de misterio, con su cara preciosa.

Y fue como si una energía antigua y abstracta tomara posesión de mí, me levanté y la abracé. Ella me recibió con los brazos bien abiertos.

Por primera vez en mUCHOS AÑOS me sentí como en casa. 













Hablamos muy poco para lo mucho que teníamos que decir. Yo me quedé con muchas dudas, cosas que no dije. No porque me mordiera la lengua, más bien porque ella habló mucho y a mí siempre me ha gustado escucharla.
Recargué los codos en la mesa, mi barbilla en mis manos y dejé que ella hablara y hablara y hablara. Que me contara todo lo que quería contarme.
Su voz, su acento chiapaneco, era algo por lo que mataría. 

Me pregunté cómo es que pude vivir tanto tiempo sin ella. ¿En qué estaba pensando? ¿Qué me impedía de matarme?





Para cuando salimos del starbucks, ya era el atardecer. Tanto ella como yo teníamos cosas por hacer aunque ella se ofreció a llevarme a mi casa. Yo le agradecí pero le dije que no.
Todavía afuera del establecimiento y viendo a los autos estacionarse, seguimos hablando.

Le pregunté si yo había cambiado en algo. Ella me miró de pies a cabeza y sonrió, burlona y traviesa:

-No. No has cambiado nada-

Se rió. Yo me reí.

Quise decirle que ella sí había cambiado. Que ahora se veía más feliz.








No he cambiado.

Sigo usado calcetines impares. Sigo triste, sigo perdida, sigo desesperanzada. Sigo sola. Sigo pansexual. Sigo torpe, sigo ansiosa, sigo nerviosa.
Sigo tomando mucho alcohol. Sigo necesitando compañía. Sigo enamorada de ella.

Sigo siendo yo, pero más rota, más oscura, más fantasmal.

Pero no creo que sea cierto.
Soy más burlona, soy más crítica, soy más ágil, soy más grande, más sabia, más destruida, más 

soy más yo.





Ahora bien, aunque esto no fue enteramente romántico, al menos no de parte de ella, no *tanto* de mi parte, me siento contenta de saber que por algunos momentos puedo olvidarme de cuándo tenía 20 años y conocí al mimors y todo eso. Y puedo olvidar, puedo sobreponerme, puedo ser mejor que entonces.

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