domingo, 23 de octubre de 2022

sin tinta en el tintero

 Cuando inicié el blog por allá del dos mil trece o catorce, no recuerdo bien, imaginé que siempre viviría algo de lo que pudiera escribir. Y así fue, semana tras semana tenía algo de qué quejarme, algo de qué emocionarme, algo qué anhelar o algo qué lamentar.

Siendo sincera, no recuerdo cuando fue la última vez que escribí algo que no fuera sobre estar borracha y triste y en la más angustiante y discapacitante de las depresiones. No lo recuerdo. Estoy casi segura que al menos este año, sólo de eso he escrito. Claro, de tanto en tanto puedo permitirme reflexionar en algún tema de interés general, algo que vi en tuiter y me inspiró a hacerme de mi propia opinión.

Se debe a muchos factores: A la monotonía de mi vida, al encierro -interno y externo-, a mis pobres decisiones, a mi cartera flaca, a mi falta de motivación, a las circunstancias que yo no elegí. 


Antes era más joven, iba a la escuela o tenía un trabajo estable y venía y hacía y claro que tomaba lo mismo que tomo hoy, quizás más, pero lo resentía menos, mis razones eran menos macabras. Dormía menos pero dormía mejor. Estaba físicamente más cansada pero llena de energía.


Ya se que van a decir que estoy muy joven todavía, que tengo mucho por hacer, que puedo mejorar mi vida, que todavía tengo tiempo de hacer lo que quiero hacer.


Por lo pronto, y soy consciente que escribo este post en un momento anímicamente malísimo, no sé si debo continuar con el blog si ya no tengo de qué escribir.

Nunca pensé que vería el día en que me sintiera aburrida de mi propia voz, o de mi vida, digo porque soy de la idea de que siempre habrá algo de qué quejarnos pero ahora ni ganas de eso. No quiero seguir sentándome frente a la computadora a estrujarme el cerebro para encontrar algo de qué escribir, porque creo que escribir -al menos de forma creativa y libre como es mi blog- forzado no tiene ningún buen resultado. 


Escribía este blog porque me gustaba contarles de los aspectos de mi vida que me emocionaban, de algo que había aprendido o perdido, de algo nuevo o algo viejo, algún recuerdo, algún dolor, alguna pesadilla por ahí.

Ya no tengo nada de eso, no por el momento y me estresa pensar que ni me decido a ponerle fin porque siento algún tipo de obligación y cariño hacia este portal, hacia quién me lee. 


Este blog ha significado mucho para mí, de veras que sí. Vieran toda la clase de historias que les narré, todas las personas que se encabronaron conmigo, todas las veces que me funaron o me elogiaron, toda la gente que empezó a sentirse atraída hacia mí luego de leer algún post, toda la gente a la que le di razones para que me despreciaran más. Todos los ojos curiosos que se paseaban, excitados por mis tristezas, tragedias o triunfos. Crecí aquí, entre mis letras y las imágenes de los mismos cuatro shows que mi cerebro es capaz de recordar. Crecí ante el ojo público y sólo compartí lo que quise, como quise. Perdí a muchos lectores y los rumores fueron difíciles de acallar pero los buenos amigos se quedaron hasta el final.


¿Será momento de dejarle a A Very Charlie Marian Story descansar, de una vez y para siempre?





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